Tal y como yo lo veo, la vida tiene bastante en común con una partida de póquer. Se juegan las cartas que se reparten, se calculan las posibilidades y las probabilidades de que la siguiente carta sea la que tú esperas y después ya se decide si apostar o no. Cuando las cartas son malas y el bote es lo suficientemente aceptable, te marcas un farol. Si no te atreves, esperas a la mano siguiente. Y así hasta que consigas una escalera de color. Mientras tanto, a mí me valdrá con la pareja, el full o el doble par. No nos toca más que disfrutar de lo que nos han dado, que nunca es poco y calcular las probabilidades de que la siguiente jugada sea mucho mejor.
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