7 de noviembre de 2010


Cuando era pequeña nunca quería pisar los charcos. No es que no quisiera mojarme los zapatos, si no que temía que eso no solo fuera un fino espejo que reflejaba la realidad. Pensaba, más bien, que al otro lado de dos gotas de agua había un nuevo mundo. Y si veía reflejado en él mi pelo rubio, mi cara redonda, en esa extensión que parecía no tener contornos, podía significar que también yo estaba en ese otro mundo. Y yo no sabía si en ese lugar podrían cumplirse mis sueños.
Sólo me atrevía a cruzar por la noche, porque podría aferrarme a la estrella que se reflejaba en aquel charco y volver a mi realidad si algo no salía bien.
Ahora, cuando veo un charco, mi mente se para, aunque mis pies sigan su camino. ¿Y si está vez cayeras? ¿Cambiaría en algo el rumbo de tu vida?
A veces me gustaría olvidar todo lo malo, quizá cayendo en esa extensión azul que me llevara a algún lugar... Pero, ¿valdría la pena olvidar todo lo que dejas atrás cuando decides olvidarlo todo?
Perdería los momentos de niña, jugando en los columpios, el calor de todas esas caricias dadas y la ilusión por tener aquellas no me dieron, todas las palabras que nos hicieron sentir algo, cuando reímos y lloramos... Perdería la última o la primera vez que vi el amor, el dolor más hermoso, la sonrisa mejor compartida.
Olvidaría el color de sus ojos, la forma en que se acerca a mí cada mañana como si no me hubiera visto en meses, la manera en que se sonroja cuando escucha algo bonito, su expresión de duda cuando no entiende nada de lo que digo, los hoyelos que aparecen cuando se ríe, la ternura con la que enreda sus manos en mi pelo cuando cree que me estoy quedando dormida entre sus brazos, aunque, en realidad, solo sea para sentirlo otra vez.
Entonces... ¿Comenzaríamos una vida nueva o estaríamos matando una antigua, llena de recuerdos bonitos? Dejaríamos todo atrás para soñar con un futuro perfecto que puede que ni siquiera exista....
Yo, por mi parte, seguiré sin pisar charcos :D