5 de marzo de 2013


Anoche hice un pacto con los tacones. Yo les soportaría toda la noche si me acompañaban hasta mi media naranja. Al llegar a casa, decepcionada, y tirarlos al suelo, en un rincón, me di cuenta de que el problema no habían sido los tacones, ellos no me habían fallado. El problema era que no estaba pidiendo lo que de verdad quería.
La media naranja solo es algo que nos han hecho creer que existe. Y no es como la pintan. Al partir una naranja a la mitad estamos dejando dos partes iguales. Con las mismas virtudes y los mismos defectos. Los mismos gustos, el mismo sabor... Dos clones. No es eso lo que yo quería pedirle a mis tacones. 
Más bien lo que estaba pidiendo era la pieza del puzzle que encaja a mi lado. Esa pieza que contrarresta mis puntos débiles, que sabe cómo hacer para cambiar los gritos de enfado por sonrisas solo con una mirada, la que cada día es capaz de hacerte sentir querido. Esa pieza de la que no tienes que desconfiar cuando no esté contigo, porque demuestra con creces qué es lo que siente. La misma que consiguió derretir ese bloque de hielo en el que la vida te había convertido.
Seguramente, debo decir ahora a mis tacones, esa persona está mas cerca de lo que yo pienso. Seguro que el camino que tengo que recorrer es mucho mas corto de lo que a mí me lo parece. Tan solo tengo que abrir los ojos, y darle una oportunidad...