25 de septiembre de 2014

Que alguien me lo explique, por favor.
Que alguien me explique por qué extraña razón podemos cambiar de opinión tan deprisa. Por qué lo que un día te parece maravilloso, al día siguiente ni siquiera te interesa.
Que alguien se lo pregunte y me conteste. ¿Por qué dejaste de hacer eso que tanto te gustaba, que tan buenos momentos te traía? Dime, ¿por qué?
Pero lo que es más cruel, ¿por qué dejaste a un lado a esa persona a la que el día anterior dijiste que te daba las mejores sonrisas?
Nunca entenderé esto. En mi opinión, todo sucede por una causa. Y si todo tiene una causa y yo estoy aquí pensando por qué perdiste el interés en mí, pienso que simplemente podrías habérmelo dicho. Eso nos hubiera ahorrado muchos disgustos. No es tan difícil ser sincero, ¿sabías? Nunca te pedí que me dijeras nada de lo que quería oír. Nunca te pedí ni una palabra de cariño ni un buenos días. Y si en ese momento lo hiciste, dime, ¿por qué ya no?
Extraño, el ser humano. Ese mismo que busca una explicación para todo y a la vez nunca es capaz de darla cuando otro se la pide. Muchas veces me he preguntado por qué me entrego tanto a los demás. Después miro a mi madre que, por qué no decirlo, me parece la mejor persona del mundo, y lo entiendo todo. Ella que antepone a todos los demás y que siempre busca que nos sintamos bien. Su risa, sus comentarios. ¡Y todavía me extraño cuando mis amigos quieren venir a mi casa solo por verla a ella! Pues eso, que la miro y lo entiendo. Entiendo por qué me entrego, y es que ella me ha enseñado que entregarnos es lo que nos hace buenas personas. Pero nunca me dijo que los demás no lo harían. No me ha enseñado que el mundo es egoísta, supongo que será porque ni ella misma lo quiere ver así.

Y así seguiré, sin entender nada de lo que pasa, ha pasado y pasará.