20 de noviembre de 2011

Cuánto me gustaría poder decirte que te quiero.


Decirte que cada caricia que me das, tan inocente, pensando que en mí no produce ningún efecto, supone que me salga sin querer una sonrisa y que, como si fuera algo sencillo y natural, me produce escalofríos. Me gustaría recordarte todas aquellas veces que te dije que te quería y que estaría siempre para ti, para poder explicarte que no lo decía para ser tu mejor amiga, sino para que poco a poco tu también aprendieras a quererme a mí.
Cuento una y otra vez las veces que nos han dicho que hacemos la mejor pareja del mundo, y después tengo que pedirle un descanso a mi cabeza, que no para de pensar en esos "y sis" a los que le gustaría responder con un: "te lo dije Leti, podías conseguirlo."
Escucho aquellas canciones que me dedicaste, las palabras que me dijiste, los lugares que hicimos un poco nuestros y todos esos recuerdos que tenemos juntos y, aunque me gustaría que incluyeran un beso tonto, no puedo decir que me arrepienta de nada.
Me acuerdo de cuando me cogías de la mano, sin avergonzarte, y tenía que buscar el valor suficiente para que no te dieses cuenta de que en realidad estaba temblando, casi como un flan. Tú siempre te lo tomaste como una muestra de cariño, y para mí era una batalla entre la alegría y el dolor por saber que en ese gesto se acababa todo. 
Recuerdo como si lo estuviera viviendo ahora mismo aquella tarde en el teatro, estabas apoyado en mí, me abrazabas, y me dijiste que te encantaba oírme respirar. Espero que no te dieras cuenta de cómo cambió la velocidad de ese sonido del que hablabas como un calmante, que se convertía en una curva tomada a cien por hora.
Y las veces en las que me pedías que te tocase el pelo, y poco a poco te quedabas dormido... Nunca dejé de mirarte y de pensar en todo esto que me gustaría decirte. Siempre es fácil ser sincero cuando piensas que nadie te escucha, para mí lo es porque sé que si me estuvieras escuchando y tuvieras una respuesta, no sería algo que a mí me gustaría que dijeras. 
Aquellas veces en las que me hablabas de tus chicas, las veces que ellas te hacían pasarlo mal... Cómo me hubiera gustado poder consolarte de otra forma; poder decirte que había otras chicas, otra chica, sonrojada y con una sonrisa preparada para regalártela al verte, que se encargaría de darte mil lunas, de esas que se quedan reflejadas en las pupilas.
Echo de menos las veces que me miras a los ojos, y nos quedamos así, como si nada pudiera arruinarnos el momento, mientras yo pienso qué bonito sería poder ser dueña de ellos.
¿Qué hay de aquellas veces que lloraba porque me escribías cosas bonitas? No sé por qué hemos perdido esa costumbre de mandárnoslas, será que ya no me siento con fuerzas para escribirlas.

Si a alguien le sobra valor.... yo le regalo paciencia.

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