10 de mayo de 2015



Nunca me había parado a pensar en mí misma. Nunca había decidido cuidarme a mí antes que al resto. Me hacía sentir egoísta. Nunca me había dado cuenta de que para ser amado, antes hay que aprender a amarse. 

No me había dado cuenta de que esos amores que te hacen dejarlo todo, que te exigen tiempo y ganas, no son realmente amores. Que el amor de verdad no es egoísta ni celoso, porque es seguro de sí mismo. No te aleja de tus amigos, de tus aficiones, porque te estaría quitando una parte de ti, y es precisamente a ti a quien ha decidido amar, con tus cosas buenas y las malas. 

Que el amor verdadero, sí, ese chico que te va a querer, no es otra cosa que un compañero de vida. Es esa persona a la que no acudiste y él recurrió al plan "ve". El que no te prometió una eternidad, porque ni siquiera sabía qué iba a hacer mañana. Fue ese que te dejó cambiar y se acopló de nuevo a ti, el que te quiso por tu esencia y no por lo que aparentabas en ese momento. Fue el que te dijo que mendigar amor para curar tu corazón roto lo iba a convertir en pedacitos.